17 de julio de 2017

Escapar de la trampa

Octubre 2016

La semana pasada hizo justo dos años desde que empecé a trabajar en la empresa. Dos años en los que no he cambiado de proyecto, de función ni de posición. También dos años sin mudarme de casa, compartiendo piso con Francisco y con Truman. En septiembre, estuve todo el mes solo, y esto me llevó a salir un poco de lo habitual, a buscar otras formas de ocupar mis horas que salgan de ver series en la cama o pretender que escribo cuando no es así, o de preparar la cena y la comida del día siguiente y bajar a Truman al parque los 20 minutos de rigor.
Me hice un plan: todo comenzó en verano, cuando consciente de que pierdo mucho tiempo, decidí buscar un proyecto en el que invertir mis energías. Ese proyecto inicial fue la terraza de casa, un no-espacio donde Truman mea cuando no aguanta más, tendemos la ropa cuando no cabe en el tendedero exterior o acumulamos cosas de poca utilidad o papeleos, tomos de cosas. Lo limpié todo, cambié la disposición de los muebles, compramos una estantería nueva para todo aquello fuera de colección, saqué uno de los pufs de inspiración árabe y puse algún cuadro hecho por mí. Aún no está todo como me gustaría por una cuestión económica principalmente, pero es un avance en mi plan de tener una habitación propia.
Cuando huí de Madrid hace casi 3 años, lo hice con la certeza de que sólo iría a otra ciudad con una importante agenda cultural que me permitiera seguir creciendo. La elección obvia, para mí, fue Lisboa, además ciudad pequeña, más manejable, más acogedora que la fría Madrid.
Y Lisboa cumple al respecto, pero no así yo. Me he acomodado a la precaria vida del obrero que madruga para fichar, trabaja 8 horas en la oficina y vuelve en casa para encerrarse y dejarse aletargar lentamente.

Junio 2017

Estoy a punto de dejar el trabajo en el call center. Llevo seis meses trabajando 11 horas al día entre la oficina y los tours gastronómicos de noche. Estoy exhausto. He logrado quitarme deudas, ahorrar un poco. Escribir menos, pero leer más, especialmente en la oficina (me estoy leyendo todos los cómics de Marvel).

Julio 2017

Hoy, 17 de julio, voy a dejar mi segundo trabajo, los tours vespertinos. El propósito es recuperar mi vida y mi literatura. Ser feliz. Aun en la precariedad, ser feliz. Es la primera vez que me enfrento a la perspectiva de dejar un trabajo por voluntad propia, pero supongo que es parte del aprendizaje: saber decir basta. Espero así dejar atrás meses de ansiedad, retomar el ritmo, descansar más, escribir mucho. Mi carrera literaria es algo que lleva demasiado en stand-by, me digo. Además, me está costando cada vez más disfrutar de Lisboa, y es una lástima... La otra alternativa, si el jefe me lo acepta, sería dedicarme a tiempo completo a enseñar Lisboa como guía turístico, que a su vez me serviría para volver a enamorarme de la ciudad.
Sea como sea, que Dios me pille confesao.

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