30 de noviembre de 2012

Vienes


Vienes en una gota de rocío capturada
en una devoción de diez mil años,
en un depositario de memorias
vienes.
Vienes y encierras mil cortijos
y tardes de campo y carreras,
de tradición y aceituna.
Vienes en flor de almendro blanca,
como el invierno a la franela,
la tradición al fondo.
Riegas los días de agua fría
que parte en dos la montaña
y pare un nacimiento.
Vienes cada verano como hijo pródigo
a mi encuentro,
como zángano al sol de los estíos
vienes sin desmigar las amapolas
de un claro día de septiembre.
Vienes.
Siempre vienes al torreón de tu monte
como fantasma de aguas pasadas,
como Cristo irredento vienes
sin memoria que deshojar en un aulario
en noches de invierno gélido
al resplandor de la lumbre de leña.
Vienes de noche, tan súbito,
a conquistar la cima del mundo
desde tu pálpito verde y gris,
de la costumbre y el tiempo vienes
y me llamas casa                                 y me haces hombre.

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