Vienes en una gota de rocío
capturada
en una devoción de diez mil años,
en un depositario de memorias
vienes.
Vienes y encierras mil cortijos
y tardes de campo y carreras,
de tradición y aceituna.
Vienes en flor de almendro blanca,
como el invierno a la franela,
la tradición al fondo.
Riegas los días de agua fría
que parte en dos la montaña
y pare un nacimiento.
Vienes cada verano como hijo
pródigo
a mi encuentro,
como zángano al sol de los estíos
vienes sin desmigar las amapolas
de un claro día de septiembre.
Vienes.
Siempre vienes al torreón de tu
monte
como fantasma de aguas pasadas,
como fantasma de aguas pasadas,
como Cristo irredento vienes
sin memoria que deshojar en un
aulario
en noches de invierno gélido
Vienes de noche, tan súbito,
a conquistar la cima del mundo
desde tu pálpito verde y gris,
de la costumbre y el tiempo vienes
y me llamas casa y
me haces hombre.
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