7 de marzo de 2012

Sexismo e idiotismo

Me gustan los idiomas. Principalmente, el inglés por su sencillez y fluidez, y el español por su riqueza. El idioma es un concepto. Los conceptos no juzgan, los conceptos no toman decisiones, los conceptos son usados por personas.
     Ahora estamos en estos tiempos en los que la corrección política idiotiza al personal. Que si los negros son negritos, que si un Gobierno fifty-fifty, que si tal, que si cual, Pascual. Ahora llega el tema gordo. Con la libertad que concede internet, con esta democracia subrepticia, con la ignonimia del anonimato muchos se parapetan tras conceptos para hacerse oír. Xelito_86 cree que el español es malo. No discuto sus argumentos, sino sus soluciones.
     El español no puede ser bueno ni malo, o al menos la lengua española. El español medio puede ser un buen hijo de puta, pero ésa es otra historia. Para quienes leemos desde pequeños, para quienes conocemos la lengua y los libros antes que los besos, antes que los canutos, antes que los golpes, el lenguaje es la salvación del hombre.
     Ahora, como digo, hay mucha gente dada a pensar que una lengua puede hacer apología de algo. Hablo, cómo no, de la lengua. La lengua española contiene numerosas perlas que se pueden considerar sexistas, si bien éstas son de carácter semántico. Entiendo que alguien se pueda enfadar porque "zorro" y "zorra" tienen connotaciones bien distintas, que dejan a ellas y a ellos en lugares poco parecidos. La paridad es algo que, nos guste o no, no se ha alcanzado por razones sociales, políticas, morales a lo largo de la Historia. Sería estúpido negar acepciones como aquellas de las que hablo, tanto como es estúpido no incluir términos cada vez más comunes en español, como "distopía" o "blog". El lenguaje cambia con las personas, pero no podemos forzar el cambio del lenguaje.
     Resulta que en español tenemos el masculino genérico, esto es, el masculino engloba ambos géneros. Natural que a las mujeres les parezca que este rasgo es sexista, pero una persona que entienda y conozca bien la lengua, sabrá valerse de estrategias correctas según la norma que no impliquen ese sexismo o superioridad de ellos sobre ellas. Algunas estrategias que podemos utilizar para evitar sexismo son, como recoge Wikipedia, las siguientes:

-Nombres colectivos (profesorado, en vez de los profesores)
-Perífrasis (la persona interesada, en vez de el interesado)
-Construcciones metonímicas (la juventud, en vez de los jóvenes)
-Desdoblamientos (Señores y señoras, niños y niñas)
-Uso de barras (Sr/a)
-Omisión de determinantes o empleo de determinantes sin marca de género (cada contribuyente en lugar de los contribuyentes)
-Uso de formas personales genéricas o formas no personales de los verbos ("es preciso atender más" por "es preciso que el alumno atienda más").

     Ahora bien, para que esto resulte, es imprescindible conocer bien la lengua. No puede haber alguien que pretenda ser adalid de la norma lingüística y luego emplee arrobas en lugar del uso de barras o, y esto ya es la remonda, el uso de "x" en lugar de "o" o "a" (Lxs presxs fueron liberadxs tras los meses de protestas). Esto es, y disculpen la contundencia, una SOBERANA GILIPOLLEZ. Aquí lo que hay es mucha gente desocupada y pocas lecturas de por medio.
     Adoro a las mujeres, las respeto como el que más, suelo llevarme mejor con ellas que con los hombres. Muchas de mis mejores amistades son mujeres, y algunas de ellas, incluso, escritoras. No creo que se sientan representadas por esas corrientes de feminismo lingüístico del todo vale, porque no creo que una mujer se sienta mejor persona o más válida con el uso de esa absurda equis en lugar del genérico, que por definición engloba a ambos géneros.
     Personalmente, seguiré empleando el masculino genérico, seguiré respetando la norma de una lengua hermosa como la nuestra. El cambio, de producirse, tendrá que hacerse por el uso, no con imposiciones ridículas. Tendré también, cómo no, mis pequeñas rebeldías hacia la Real Academia Española de la lengua. Seguiré acentuando "guión" y los determinantes, escribiré como he aprendido, pero aseguro que las imposiciones lingüísticas son, de entrada, una batalla perdida conmigo.

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